Cuando llega un estudiante al nivel de un posgrado en ciencia ha recorrido un largo trecho, más largo sin duda para las mujeres. Su camino probablemente empezó en preescolar.
Quizá haya tenido que convencer a su familia de que la ciencia es una buena opción profesional. También ha pasado por una serie de pruebas de selección y admisión a escuelas y a universidades, y muchos exámenes escolares imprescindibles para conseguir un título de licenciatura, en alguna de las carreras llamadas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). Las chicas pueden haber sufrido descalificaciones de género, y seguro haber estado en minoría a medida que se especializaban los estudios.
Dicho así, parecería un camino lleno de sufrimientos, pero no tiene por qué serlo. Llega al posgrado porque ha tenido éxito en su decisión vocacional, porque disfruta del conocimiento científico y culmina el esfuerzo de muchos años. Puede haber en su pasado una visita a un museo de ciencia inspiradora, haber participado en olimpiadas del conocimiento, asistido a talleres de ciencia, haber leído un texto de divulgación de la ciencia, tener una familia que disfruta la ciencia o haber estado en la clase de uno de esos maestros que despiertan vocaciones. Por sus méritos, ha llegado a un punto en que puede solicitar una beca para el paso siguiente, que le permitirá en el futuro apoyar al sistema de ciencia, tecnología e innovación y a su país.
Un estudiante llega al posgrado porque disfruta del conocimiento científico.