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Publicación: calendar_month 6 de octubre de 2025

Llegué a este mundo en un pueblo Binnizá (zapoteca) con una extensa familia compuesta por decenas de tías y tíos amorosos; mi bisabuela Inés, quien nos contaba historias mientras nos enseñaba a criar puercos; mi abuelo Antonio, quien nos contaba mitos y cuentos de los guardianes de la tierra, para enseñarnos a amarla como nuestra madre y alimentadora;

Mi abuela Lucina, a quien nunca le faltaba en los labios una historia de Conejo y Coyote para recordarnos que, frente al contrincante, la inteligencia y la astucia son armas poderosas. Mamá y papá nos acercaron, a mi hermano Héctor y a mí, a los libros, al mismo tiempo que nos llevaban a su trabajo, a las asambleas y los mítines de la organización social a la que pertenecían, en la cual se juntaban para luchar contra los caciques, los acaparadores de tierras, y para mejorar las condiciones de vida en el pueblo.

Me refugié en los libros y en la escritura de poemas, para, desde ahí, poder soñar con otros mundos.

Parecía una infancia feliz, pero un día llegaron los soldados y se llevaron a papá [Víctor Pineda, conocido como Víctor Yodo, en 1978], lo desaparecieron, hasta ahora no sabemos nada de él. Esto provocó mucho dolor en la familia y yo me volví una niña silenciosa, miedosa, no alcanzaba a entender por qué en mi pueblo desaparecían, encarcelaban o mataban a quienes luchaban junto a la gente. Desde entonces la vida se volvió un eterno peregrinar por oficinas, cárceles, ciudades, iglesias y templos, buscando a papá. En esos días mi único sueño era encontrarlo, a veces mientras lavaba los trastes en el patio, imaginaba que él llegaba caminando a casa y me sonreía. Con los años, su imagen se fue tornando en un tono sepia y para aferrarme a la memoria, me refugié en los libros y en la escritura de poemas, para, desde ahí, poder soñar con otros mundos y formas de vida.

En la adolescencia tuve que migrar para continuar con mis estudios. Llegar a una ciudad tan distinta a mi pueblo me hacía sentir extraña y de nuevo me acompañaron el silencio y el miedo, solo que ahora sabía que la escritura, que la poesía, como una pequeña luciérnaga en mi vida, me podía salvar. Así es que, para no olvidar mi lengua y para poder seguir soñando, escribía en didxazá1. Con el tiempo me encontré con otras personas que, como yo, escriben en lenguas indígenas y nos dimos cuenta de que estas lenguas eran menospreciadas, discriminadas y esto afectaba otros temas como el acceso a la educación, a la salud, a la justicia, a los empleos dignos, al territorio y al medio ambiente. Es decir, hay una violencia contra los pueblos indígenas en general, por parte de personas, instituciones y empresas.

Ahora sabía que la poesía, como una pequeña luciérnaga en mi vida, me podía salvar.

Pasaron los años y, a pesar de algunas dificultades, mi poesía fue conocida. Eso me abrió espacios para hablar de otros temas como los derechos humanos y los derechos de los pueblos indígenas.

Desde hace varios años coordino, junto con mi familia, las actividades de la Biblioteca Popular “Víctor Yodo”, un espacio comunitario en una de las zonas más marginadas de Juchitán, Oaxaca, que busca mantener viva la memoria de mi padre. En esta biblioteca se imparten talleres y diplomados de didxazá, creación literaria bilingüe, pintura, reciclaje, actividades lúdicas, fotoperiodismo y reactivación económica para mujeres, entre otras, en colaboración con diversas instituciones y organismos como Amigos del IAGO, OnuMujeres y colectivos de profesores.

Obras más recientes de Irma Pineda:

Nostalgia doesnt flow away like Riverwater – La nostalgia no se marcha como el agua de los ríos (trad. de Wendy Call, Deep Vellum, 2024); Hablo de un Corazón (Círculo de Poesía, 2023); Guie’ ni zinebe – La Flor que se llevó (Biblioteca Centenaria de la SEP, 2023); In the Belly of Night and other poems – En el vientre de la noche y otros poemas – Ndaani gueela’ ne xhupa diidxaguie’ (traducción al inglés de Wendy Call, Pluralia Ediciones, 2022); Nasiá Racaladxe’ – Azul Anhelo (UDLAP, 2020) y Chupa Ladxidua’ – Dos es mi Corazón (Secretaría de Cultura, 2018).

Julin Contreras, pintora e hija predilecta de Tehuantepec
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