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Muxeidad y Juchitán no son sinónimos de paraíso queer

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Publicación: calendar_month 6 de octubre de 2025

A inicios de octubre, mientras scrolleaba en Facebook, vi publicada la foto de Mayte en el muro de un conocido de Juchitán. El texto que acompañaba la imagen me hizo sospechar que había muerto. Enseguida, en medio de un mal presentimiento, escribí a un amigo para preguntar qué sabía. Su respuesta fue: “Busca en 50 Bravo, Lore”. La entrada del medio local dice lo siguiente:

Con profundo dolor y consternación, se ha identificado a la persona hallada sin vida esta mañana cerca de la carretera federal 185. Atado de pies y manos, con visibles huellas de tortura, el cuerpo fue encontrado bajo un mezquite, inicialmente confundido con el de una mujer. Sin embargo, autoridades confirmaron que se trataba de un hombre.

Horas más tarde, familiares reconocieron a la víctima como Mayte L.R., un conocido miembro de la comunidad LGBT de Juchitán [sic].

Entre 2018 y 2019 viví en Juchitán mientras llevaba a cabo el trabajo de campo que resultó en una investigación de maestría sobre los códigos de género, sexualidad y deseo en el Istmo de Tehuantepec. En ese contexto, conocí a Mayte, quien fuera reina 2018 de la vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, la primera y más antigua organización muxe en “Juchi” que, además de la producción de fiestas tradicionales, ha participado en la promoción de programas de prevención de VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) y luchado en contra de la estigmatización del colectivo muxe en el Istmo y en Oaxaca.

Un día de noviembre, nos reunimos para una entrevista. Su historia de vida tenía paralelos con la de otras muxes: desde pequeña se sabía más sensible, diferente al resto de chicos, y prefería jugar con las niñas. Al término de la secundaria, por falta de economía, abandonó los estudios y aprendió corte y confección, bajo la tutela de una de sus tías, quien también era muxe. En la adolescencia, al lado de otras amigas muxes, comenzó su exploración de género, primero travistiéndose, y luego, haciéndose modificaciones corporales.

Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, la primera organización muxe en “Juchi”.

Mayte provenía de la Séptima —Juchitán se divide en nueve secciones—. Mi memoria la pinta sonriente, al mismo tiempo dulce pero también pícara al hablar. Las veces que la vi, portaba los mejores diseños entre la comunidad, varios de los cuales ella misma confeccionaba. La recuerdo, por ejemplo, con un vestido entalladísimo, color beige, estampado con flores, con una abertura larga que mostraba sus piernas musculosas, y un escote en “v” que enseñaba parte de sus pechos. Era una diva.

Mayte no era un hombre, como escribió de manera grotesca 50 Bravo, era una persona muxe trans, como ella misma decía. Esta palabra hace referencia a una categoría identitaria que solo tiene sentido social en Juchitán y en todo el Istmo de Tehuantepec oaxaqueño.

Dentro de lo muxe hay muxeidades: hay personas que se identifican con el género asignado al nacer (conocidas como muxes nguiiu); personas que no se identifican con el género asignado al nacer (muxes gunaa, pero también quienes se definen como “muxes trans”, “muxes travesti”, o, simplemente, “muxes”) y que expresan su deseo de hacer un tránsito de género, como Mayte; personas que se sienten cómodas en un espacio liminal1 o ambiguo (algunos muxes que hacen drag y se definen como “no-binaries” o “género fluido”); personas que performan masculinidad en su vida cotidiana, pero que, de forma ocasional, son “vestidas”, y que usan pronombres tanto femeninos como masculinos, etcétera.

Muxe: categoría identitaria que solo tiene sentido social en el Istmo de Tehuantepec oaxaqueño.

Por largo tiempo se difundió la idea errónea de que las personas muxes, al ocupar un lugar simbólico femenino dentro de la sociedad teca —relacionado al tipo de labores que llevan a cabo, como el diseño de modas o la cocina tradicional—, únicamente practicaban una sexualidad “pasiva” con hombres denominados “mayates”; sexualidad llamada así por ser asociada a la penetración de las mujeres (como si nuestra sexualidad se redujera a ser penetradas, o como si no pudiéramos penetrar). Sin embargo, hoy se sabe que las prácticas sexuales muxes son más complejas que una simple copia torcida de la heterosexualidad.

De manera global se ha representado a la comunidad juchiteca como un “paraíso queer”, a la muxeidad como un “tercer género” milenario de tradición prehispánica, pre-colonial, y se ha convertido a Juchitán en objeto de pink-washing: una estrategia política y de mercadotecnia que promueve acríticamente a la comunidad teca como una progresista, moderna y tolerante frente a la diferencia.

Juchitán y la muxeidad son complejos. Son producto del sincretismo que la Colonia nos dejó, de una mezcla entre un catolicismo sui generis —las Intrépidas han conseguido que la iglesia les oficie una misa en el marco de su vela, cosa impensable en otra región de Oaxaca— y prácticas rituales zapotecas que aún sobreviven, pero que no son las mismas que se llevaban a cabo antes de la llegada de los españoles.

En Juchitán las personas muxes son visibles, venden en el mercado, contonean sus enaguas…

En Juchitán las personas muxes son visibles, venden en el mercado, contonean sus enaguas, lucen sus camisas bordadas con flores en las velas y ocupan cargos políticos. Pero si han llegado hasta ahí no es por herencia prehispánica, sino por resistencia política y organización comunitaria; es porque han sabido integrarse a las lógicas de la economía local de las fiestas y han sabido sacarle provecho al capitalismo gore que gusta de exotizar a los pueblos indígenas.

Al mismo tiempo, Juchitán es mortífera, machista y binaria; Juchitán no es Juchitán de las mujeres y, menos, de las muxes. Es como cualquier otra ciudad de México, en donde los hombres matan a las mujeres (cisgénero y trans) porque, en el fondo, piensan que sus cuerpos, además de desechables, les pertenecen. El asesinato de Mayte no es un caso aislado, se suma a las muertes violentas de Paris Alexsandry, en 2023; de Óscar Cazorla, en 2019; de Niza, en 2012, y de los otros 38 casos de violencia que se han registrado en los últimos 30 años, según el informe Documentación de casos de violencia y crímenes contra personas muxhe y trans en el Istmo de Tehuantepec, de Mexfam y Fundación Arcus.

 

 

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