El cine y el ferrocarril conformaron una mancuerna tecnológica que, entre fines del siglo XIX e inicios del XX, fue instrumental para proclamar, amplificar y difundir globalmente la llegada de la modernidad. Esta conjunción se expresa en La llegada del tren a la Ciotat, una de las vistas con las que los Hermanos Lumière anunciaron al mundo la invención del cinematógrafo en 1895.
En un afán por captar el movimiento, la cámara ubicada a la derecha muestra una locomotora de vapor deslizándose de frente mientras la gente en el andén la observa expectante. Esta se detiene y los pasajeros, hombres mujeres y niños con abrigos, capas y sombreros, se disponen a abordarla.
Apenas un año después de esta filmación, en agosto de 1896, los colaboradores de los Lumière Bon Bernard y Gabriel Veyre llegaron a México a promover esta tecnología y a registrar las primeras vistas en América. La primera proyección de su material se realizó en una función privada para Porfirio Díaz y su familia en el Castillo de Chapultepec, y siguieron varias proyecciones públicas y filmaciones de la figura de Díaz.
Cine y ferrocarril, mancuerna tecnológica para proclamar, amplificar y difundir la llegada de la modernidad.
Mientras que estas imágenes se consumirían en Europa como vistas exóticas, en el contexto nacional el cinematógrafo fue acogido por el presidente Díaz quien, en su ímpetu modernizador, vio en esta tecnología una posibilidad de promover su imagen y sus obras.
Veinte años después de la primera visita de los cinematógrafos franceses a México, Salvador Toscano, uno de los cineastas y exhibidores más importantes de la época, produjo en 1907 un filme sobre Porfirio Díaz inaugurando la ruta ferroviaria del Istmo de Tehuantepec titulado: Inauguración del tráfico internacional de Tehuantepec (Filmoteca, UNAM).
La vista que conforma el segundo apartado de este documental replica, desde un encuadre y ángulo muy parecido, la toma de la llegada del tren a la estación de Ciotat filmada por los Lumiére. Luego de ver al presidente Díaz abrir la reja de la estación de Salina Cruz para que el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec hiciera su primer recorrido hacia Puerto México —ahora Coatzacoalcos—, una toma muestra cómo el tren sale de la estación.
Ubicada también de lado derecho en contrapicada, la cámara muestra grupos de personas que asistieron a la inauguración: niños y obreros se hacen a un lado mientras voltean asombrados a observar la máquina para luego mirar, también con cierto extrañamiento, a la cámara que los filma. Dos niñas con vestidos blancos caminan tomadas de la mano y un grupo de espectadores observa la locomotora en movimiento. Detrás de estas personas, los vagones avanzan lentamente. En el balcón, ventanas y pasillos del tren se ven autoridades militares y trabajadores ferroviarios que se asoman con orgullo.
En 1907, Salvador Toscano produjo un filme sobre Díaz inaugurando la ruta ferroviaria del Istmo.
Esta es una de las 13 vistas que conforman el documental que narra el viaje inaugural hecho por Porfirio Díaz desde el momento en que el Vapor Arizonan depositó un cargamento de azúcar en un furgón del tren en el puerto de Salina Cruz, hasta que es descargado en el portacarga McGabe, en Puerto México. Además de resaltar la presencia de Díaz, de su comitiva y de autoridades militares, la película incluye escenas de la región que, como señala David Wood, especialista en el tema, contrastan estos aspectos tradicionales con la narrativa del progreso.
Las escenas incluyen a una familia afuera de su choza mirando pasar el tren; mujeres y niños bañándose en un río; vendedoras y niños en el mercado de Tehuantepec y una singular vista de un grupo de gente saliendo de misa: los hombres vestidos con camisa y calzón de manta y sombrero de paja y las mujeres y niñas con los vistosos resplandores tehuanos o con rebozos. Esta última toma reproduce la convención de la época de registrar grupos de gente saliendo de lugares cerrados, tal como lo hicieron los Lumière en La salida de los obreros de la fábrica en Lyon, Francia en 1885.
Colección Filmoteca UNAM.
Una escena que hace un guiño lúdico a las tecnologías visuales de la época muestra al tren estacionado en un puente. Junto a este, un grupo de periodistas, algunos con cámaras fotográficas de gran formato, caminan a la orilla para abordarlo mientras sonríen y posan un tanto juguetones. Al mostrar a los realizadores de imágenes y noticias, quienes generalmente quedan fuera del registro, la escena agrega otra capa de complejidad al evento inaugural.
Colección Filmoteca UNAM.
Los capítulos finales que registran la descarga de los costales de azúcar a un nuevo vapor en Puerto México dan cuenta de otra variedad de actores en torno a este evento que muestra la estratificación de clase de la época, tal como apunta Aurelio de los Reyes en su comentario a este filme. Las vistas incluyen afanados obreros operando las grúas mecánicas, pasajeros del barco vestidos a la moda europea, y multitudes de espectadores concentrados para presenciar el extraordinario acontecimiento.
Precursora de un estilo cinematográfico que documenta, con cierto tono de propaganda, la creación e inauguración de obras de infraestructura, esta película hace visible la monumentalidad material y tecnológica del ferrocarril al tiempo que enaltece al presidente y funcionarios estatales que la hicieron posible. A la vez, la sofisticada narrativa que desarrolla Toscano da cuenta de la convergencia de los aspectos sociales, políticos, económicos, territoriales, tecnológicos y mediáticos que incidieron en la apertura de esta obra ferroviaria, la cual materializó promesas de progreso y conexión nacional y global.
La apertura de esta obra ferroviaria materializó promesas de progreso y conexión nacional y global.
De esta manera, Inauguración del tráfico internacional de Tehuantepec conjuga dos tecnologías icónicas de la modernidad para explorar el movimiento mecánico, el poder político, la composición social y, sobre todo, un novedoso desplazamiento material e imaginario de mercancías y personas por el territorio nacional. Al hacerlo, el filme demuestra también las posibilidades del cine para magnificar, ostentar y perpetuar la imagen del ferrocarril como un vehículo del progreso que, a más de un siglo de distancia, sigue generando promesas estatales de desarrollo e interconexión.