El llamado de Nadia A. Rivero-Segura a una vejez con dignidad
Durante sus primeros años como investigadora, la Dra. Nadia Rivero Segura jamás pensó que terminaría estudiando el envejecimiento. Su interés inicial era el origen de la vida: ese misterio fascinante de cómo una célula decide convertirse en piel, músculo o cerebro. Sin embargo, una estancia en el Instituto de Medicina Molecular de Lisboa, bajo la guía de la Dra. Luisa V. Lopes, le dio un giro inesperado a su trayectoria.
Allí comprendió algo que cambiaría su rumbo: el envejecimiento no es solo la etapa final, sino una síntesis de todo lo que nos ocurre a lo largo de la vida. Enfermedades como el Alzheimer no aparecen de la nada; se gestan durante décadas. Esa revelación despertó una nueva curiosidad: ¿por qué algunas personas envejecen con plenitud y otras desarrollan enfermedades crónicas?
Dormir bien no es un lujo; es una forma de cuidarnos hoy para llegar mejor al mañana.
De regreso en México, Nadia comenzó a integrar esta perspectiva a su trabajo previo sobre hormonas peptídicas y neuroprotección. Observó que, con la edad, hormonas clave como los estrógenos y la prolactina disminuyen, afectando tanto el metabolismo como la salud cerebral. Su atención se dirigió entonces a las mitocondrias, esas “tarjetas madre” de la célula, donde convergen procesos esenciales para la vida.
El hallazgo que marcaría su sello personal como investigadora llegó desde un lugar aún más cercano: el insomnio. Al incorporarse al Instituto Nacional de Geriatría y colaborar con la cohorte COSFAMM (Cohorte de Obesidad, Sarcopenia y Fragilidad de Adultos Mayores Mexicanos) del IMSS, descubrió que más del 30 % de las personas mayores presentaban algún trastorno del sueño. Aquello la conectó con un recuerdo de infancia: su abuela preparándose un té de manzanilla para poder dormir mejor. Fue ese puente entre lo cotidiano y lo científico lo que detonó una pregunta clave: ¿cómo afecta el insomnio al envejecimiento?
A partir de entonces, su laboratorio abrió una línea de investigación pionera. Uno de sus primeros hallazgos fue contundente: el insomnio disminuye los niveles del BDNF, una proteína fundamental para la memoria y la salud neuronal. Junto con el Dr. Juan Carlos Gómez Verjan, utilizó relojes epigenéticos para estimar la edad biológica de personas mayores. Encontraron que quienes padecían insomnio podían tener una edad epigenética de hasta 90 años, aunque su edad cronológica fuera de apenas 70.
Detectaron que el insomnio altera el metabolismo de los lípidos, especialmente en la vía de las carnitinas, impactando directamente la función mitocondrial. En palabras simples: no dormir bien acelera el desgaste celular y puede ser una puerta de entrada al deterioro cognitivo.
Hoy, la Dra. Rivero insiste en que la medicina geriátrica debe incluir preguntas sobre la calidad del sueño en cada consulta. No basta con comer bien o hacer ejercicio: dormir bien es igual de importante. “¿Qué tal dormimos anoche?”, propone preguntar. “¿Y en las últimas tres semanas? ¿En los últimos tres meses?”. Para ella, la higiene del sueño debe considerarse una política pública. Sugiere crear más clínicas del sueño accesibles para toda la población y educar, desde edades tempranas, sobre el valor del descanso como pilar de la salud.
Para Nadia Rivero, cada noche mal dormida puede robarnos no solo energía, sino también memoria, años de vida y bienestar. Por eso, su llamado es claro y contundente: dormir bien no es un lujo; es una forma de cuidarnos hoy para llegar mejor al mañana.