Uno de los pilares de la geriatría es reducir la brecha entre la esperanza de vida y los años vividos sin discapacidad.
En este sentido, dos de las principales preocupaciones al hablar de envejecimiento saludable son evitar o retrasar el deterioro cognitivo y mantener la capacidad de caminar de forma independiente. Si bien estas dos condiciones suelen abordarse por separado, existe una conexión profunda entre ellas, tanto en su origen como en su impacto funcional.
Contrario a lo que podría pensarse, caminar no es una simple actividad motora: requiere un elevado grado de control cognitivo. La marcha depende de múltiples funciones cerebrales, como la atención a estímulos, la orientación espacial y la capacidad de responder ante imprevistos.
Por esta razón, las alteraciones en la marcha y el deterioro cognitivo no solo tienden a coexistir, sino que parecen compartir mecanismos biológicos comunes. Esta interrelación sugiere que intervenir en uno de estos aspectos podría tener efectos positivos sobre el otro. La presencia simultánea de ambos problemas, incluso en etapas tempranas del envejecimiento, desafía la noción de que envejecer conlleva un deterioro inevitable. También subraya la necesidad de evaluar de forma integral tanto la función cognitiva como la capacidad de desplazamiento.
Envejecer con autonomía requiere comprender la conexión entre mente y movimiento.
Hace más de cuatro décadas, el geriatra Bernard Isaacs propuso que atribuir el riesgo de caídas únicamente a problemas musculares o sensoriales era una visión reduccionista. En su lugar, señaló la posible falla de una red cerebral compleja involucrada en el control del movimiento.
Hoy sabemos que tenía razón: diversos estudios han demostrado que el envejecimiento cerebral, la neurodegeneración, la enfermedad de pequeños vasos y la neuroinflamación afectan tanto la marcha como la cognición. Estas condiciones alteran las conexiones fronto-subcorticales, fundamentales para funciones ejecutivas, motoras y de memoria. Su daño, ya sea por depósitos de proteínas anómalas (como amiloide o tau) o por deterioro vascular, puede acelerar el deterioro simultáneo de ambas funciones. La relación entre marcha y cognición es, además, bidireccional: una velocidad de marcha reducida predice riesgo de demencia incluso antes de que se manifiesten los síntomas cognitivos, mientras que el deterioro cognitivo incrementa el riesgo de caídas.
El deterioro cognitivo y los trastornos de la marcha pueden estar determinados por múltiples factores. El envejecimiento del sistema nervioso central conlleva cambios estructurales y funcionales que afectan la movilidad, favorecen el sedentarismo y el desacondicionamiento físico, incluso sin que exista una enfermedad neurológica diagnosticada. Por otro lado, los factores de riesgo cardiovasculares, como hipertensión, diabetes o dislipidemia, deterioran la microcirculación cerebral, afectando las redes neuronales que participan en la coordinación motora y cognitiva.
La neuroinflamación, medida mediante marcadores como la interleucina, también se ha relacionado con menor velocidad de marcha y declive cognitivo. Asimismo, enfermedades neurodegenerativas y padecimientos afectivos pueden agravar estos procesos.
Estudios longitudinales han descrito trayectorias complejas en el envejecimiento cognitivo y motor. Se ha observado que la reducción de la velocidad de marcha puede preceder hasta por 12 años la aparición de demencia. Además, quienes presentan deterioro cognitivo y motor de manera simultánea tienen un riesgo hasta tres veces mayor de progresar a una demencia, comparados con quienes no presentan estos signos. La buena noticia es que este deterioro no siempre es irreversible: es fluctuante y susceptible de modificación mediante intervenciones adecuadas. Esto abre la puerta a estrategias de prevención que contemplen ambos aspectos de forma coordinada.
El deterioro cognitivo y los trastornos de la marcha suelen presentarse juntos en adultos mayores.
El hecho de que el deterioro cognitivo y de la marcha compartan mecanismos subyacentes permite desarrollar intervenciones conjuntas. Por ejemplo, controlar la presión arterial, el azúcar y los lípidos en sangre no solo protege al corazón, sino también al cerebro y al sistema motor.
Asimismo, mantener una alimentación saludable, realizar ejercicio físico de forma regular y evitar el tabaquismo contribuyen a preservar tanto la movilidad como la función cerebral. El entrenamiento de fuerza, el ejercicio aeróbico y las rutinas de equilibrio son especialmente eficaces en adultos mayores. De igual forma, el entrenamiento cognitivo, actividades que estimulan al cerebro, como resolver acertijos o aprender nuevas habilidades, ha mostrado beneficios en la velocidad de marcha y en la memoria. Además, llevar una vida social activa y realizar actividades estimulantes pueden reforzar la llamada “salud cerebral”, un concepto que incluye no solo el entrenamiento mental, sino también el bienestar emocional y físico en general.
El deterioro cognitivo y los trastornos de la marcha no son procesos aislados: están profundamente entrelazados. Su identificación temprana y el abordaje conjunto permiten no solo retrasar la aparición de discapacidades, sino también mejorar la calidad de vida. Envejecer con salud implica ver al cuerpo y la mente como un todo interconectado, donde la marcha puede ser un reflejo temprano del estado del cerebro. Adoptar un enfoque integral es clave para prolongar la autonomía, prevenir caídas, preservar la memoria y, en última instancia, vivir más y mejor.
Bibliografía
- Montero-Odasso M, Speechley M, Muir-Hunter SW, et al. Dual decline in gait speed and cognition is associated with future dementia: evidence for a phenotype. Age and Ageing. 2020;49(6):995-1002. doi:10.1093/ageing/afaa106
- Isaacs B. Are Falls a Manifestation of Brain Failure? Age and Ageing. 1978;7(suppl):97-111. doi:10.1093/ageing/7.suppl.97
- Montero‐Odasso M, Speechley M, Muir‐Hunter SW, et al. Motor and Cognitive Trajectories Before Dementia: Results from Gait and Brain Study. J American Geriatrics Society. 2018;66(9):1676-1683. doi:10.1111/jgs.15341
- Verghese J. Gait and Cognitive Declines in Dementia—Double or Nothing. JAMA Netw Open. 2022;5(5):e2214654. doi:10.1001/jamanetworkopen.2022.14654
- Petersen, R. B., Lissemore, F. M., Appleby, B., Aggarwal, N., Boyatzis, R., Casadesus, G.,Lerner, A. (2015). From Neurodegeneration to Brain Health: AnIntegrated Journal of Alzheimer’s Disease, 46(1), 271-283. doi:10.3233/jad-150043